













[...] "Miró en su vanidad el deseo y no dejó de comer sin jamás saciarse
para complacernos y darnos gusto a nuestro parecer contentadizo,
fue tanta la carne, que haciendonos una reverencia se metió
el consolador de goma con forma de pene negro que le regalamos en la boca carnosa
para vomitar y seguir comiendo complaciente y sumiso. Era el hijo de una prostituta
gorda de las que se manifestaron ayer contra las libertades y la democracia.
Un sacerdote lo habia violado con el consentimiento atento de su madre religiosa
muchas veces. Fue entonces cuando descubrí el placer de su vómito en
mi glande. Después de que se arrodillóy humilló repetidas veces condenándonos
y condenando nuestras libertades hasta sodomizarlo. 'Desnúdate esclavo'- le dije mirandole a los ojos mientras sujetaba la correa de perro que le compré por su cumpleaños. Lo paseé por la habitacion sujetando su correa y tirando de ella. Mientras yo caminaba completamente vestido. Olisquea mi bragueta esclavo. El no hacía más que condenar mi impudicia y lanzar anatemas contra la vrtud de la soberbia
y la virtud del vicio. Le puse el dedo corazón en la boca para pedirle silencio,
pero para ello tuve que bajarme la cremallera de la braguetone a la altura de su boca, mientras se deshacía para complacerme. Se cagaba y meaba aleatoriamente, y fue entonces cuando llamé a Ramona para que le pegara unos azotes en el potro de torturas sexuales. Tenía tantas ganas de vomitar, que comencé a comer y beber con un apetito ferocísimo como jamás nunca antes tuve. ¡Cuánta indiferencia me provoca la mirada desdeñosa de la gente vulgar que mira!. Solo la gente vulgar y buscona mira para tratar de hacerse notar por encima del hombro. Los superiores como yo, no miramos, nos recreamos con su reflejo.Porque yo lo valgo, no?, por eso mismo me lo puedo permitir, yo creo mis miradas y ellas me halagan cuando escupen su avena seca, sediciosas o indiferentes. Me reconocen porque anoche decidí sobre sus destinos, y ellos escribieron mi buenos días. Las demás son miradas opacas y frías, demasiado vulgares. ¡Oh, arrogantes bellos, arrogantes vanidosos!. Bienaventurados los que saben mirar, e ignoran la vulgaridad de aquellos que viven para los eslóganes y las pancartas putañeras que hacen la calle sin pisar los labios. Bienaventurados los besos hurtados, los labios sinceros y suaves como mariposas húmedas en las mejillas al despertar de los días...
ñam ñam.
[...]