jueves, 13 de enero de 2011

Confesiones nocturnas / midnight confessions








































Creo que algo esta mañana vino a despejar mis dudas, y no fue exactamente una idea luminosa, más al contrario una oscura e indefensa concupiscencia, tan frágil que era una niñería liviana de poco interés para el generoso y desinteresado lector, que malgasta unos segundos de su tiempo en una letra cuyo pulso trémolo tiembla ante la imagen ilustrativa y divulgativa del porno guay. Atravesaré el salón a hurtadillas mientras todos duermen para sonreir no sin inocencia, y referir algunas anécdotas, sin esperar la comprensión de aquellos que lanzan infinitas condenas y anatemas contra el vigor del cuerpo y alma y la belleza de los ingenuos masculinos.  Digo, que esta mañana algo vino  a despejar mis dudas y no fue una idea portentosa sino la puerta perfectamente cerrada de los servicios, de los baños. Entiendase, siempre se dice que cuando se abre una puerta se abre una ventana, pero y si se cierra una ventana; pero ¿y cuando una puerta cerrada encubre una puerta abierta?. Esta noche he de hacer una confesión de marica a marica, igual cuando acabe de hablar todo se acabe en nada, como los buenos polvos. El mejor polvo siempre acaba en nada, en humo, unos besitos, un abrazo extasiado bajo la luz ambigua de una ventana, el cuerpo se reincorpora a la luz. No en vano, el jardín de las delicias, esta lleno de jóvenes voluntarios que ejercen su magisterio y voluntariado con estimable firmeza y entereza de sus generosos atributos.


Al abrir la puerta me embargaba la incontinencia de los urinarios, allí refugiado y sereno de mis inquietudes, de las horrorosas imagenes de homosexuales de clase alta burlandose pomposamente de los jovenes de sexo humilde, pude experimentar un conspicuo sentimiento de asechanza, -muy lejos de añoranza y chanza las dos con Z-, surgió a mi lado un hombre gigantesco, delgado, con aspecto indiferente, se insinuó el sigilo de una silueta de un hombre impacible, parcamente atusado, de nariz luenga, acurricado contra el servicio. Silencio tan absoluto y hondo que ni líquido sonaba.
Empezó a ensalivar y a acariciarse con el dedo índice, y pude distinguirlo con claridad, un dedo larguisimo jugando, el rabillo de su ojo frisó la provocación. Llamame cerda una vez, la segunda no tendrás palabras, porque ya será tarde, tendrás la boca llena. No se si fue el perfume de su sudor o de su cuerpo de hombre, lo que hizo sentir la reacción natural e involuntaria, inesperada por lo demás, después de muchos días de ayuno. Se separó del urinario, y se descrubrió un miembro gigantesco, de piel roja, de 23 cm, grueso, recto y duro, con indicios de la caricia anterior de su dedo indice sobre el prepucio que dejaba al descubierto la punta del tímido glande pálido de placer, deseado ser comido y acariciado, ser palpado cuidadosamente, inmediatamente a puerta cerrada, mientras su rostro pálido daba señales de desvanecimiento de placer, de sonrisas de idiotismo e inconsciencia y miradas en blanco, acariciando con sus dedos los cabellos de la cabeza origen de su placer más intimo.


Oh, musa, no escatimes lo sórdido, que hace muchos años que me llevas privando de las oscuridades y de los desvelos de los espacios vacios.
Lamento que tendré que volver a contarlo, con otras palabras y con mayor detalle. Creí que iba de compras, pero lo olvidé todo por una polla gigante roja. Fue una señal luminosa.


Fue solo una oportunidad, la primera siempre es la buena, luego vinieron los árabes viciosos en busca de su segunda oportunidad y ya no había más que desencanto. El día anterior, un joven gay gordinflón y calvo, bien avituallado y agradablemente compuesto, con un torso impresionante, turgente, abultado, perfilados pectorales, me miraba a mi lado de reojo desde sus ojeras blancas, creo que ahora comprendo por qué miraba, se sacudió el pene mientras me miraba a los ojos.




Debo confesar con el placer que es común al ser humano, pues nada de lo humano me es ajeno,- más aún si es placentero-, que su cuerpo blanco encubría una polla roja, que me causó mucha impresión- ¿debo decir que me causó buena impresión?. Un placer señor polla roja, encantado, me ha causado un gran impacto sentimental, no podré olvidarle en mi trayecto de vuelta- Sí, señor, ¡nunca más!- Como el sabor dulzón de la milonga-. No apartes los ojos de la imagen de la polla, ella te ayudará a ilustrar con completa desambiguación y sin lugar a dudas lo que iba a decir. Aunque busque aproximaciones ninguna podré ilustrar aquel momento de descubrimiento y exploración de la naturaleza humana.


Para los demás es inacepable, para mí, en cambio, completamente apetecible, por cuanto la primera siempre sabe bien. Así que sin mediar palabras, mostró todo su esplendor y encanto sin el menor pudor. Alguien balbuceaba con envidioso desconsuelo, ¡qué suerte!¡qué suerte!, con impotencia...pero yo solo oía ¡qué fuerte!¡qué fuerte!...
Unos gritos ensordecidos de placer, de luminosidad y humo.
Dale duro, tío.


Qué duda cabe de que el mayor placer reside en la lengua, en las lenguas más ávidas de lametones y besos, y en las lenguas más afiladas por cuanto tambien en ellas reside algo de escrutación y merodeo inocente de portera.
Que tu vista no se distraiga de lo esencial, hermano, que la imagen de lo bello, entero y bueno haga su morada y hueco en tus amantes retinas para noches venideras.


Ya me siento completamente relajado, mis atributos han vuelto a adoptar su posición de reposo. Buenas noches.

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