




A veces soñar se convierte en un recurso para sobrevivir, hacer menos duro el presente incierto, tratar de tender un puente a un futuro donde no hay puerto al que llegar; pero cuando la esperanza no es una esperanza, cuando la esperanza es un no, cuando el futuro es algo que ya no existe, cuando el futuro es el presente reducido a infinito; y su recurso humano se reduce a un monton de nada. Ponerse la venda en los ojos y sentir que no se ve más allá, que no importe que nadie esté ahi, que nadie ocupe ningun lugar; y despertar un día y darse cuenta de lo que realmente importa cuando ha desaparecido. Despertar un día y no poder soñar más, y que el sueño sea solo una invocación de un recuerdo. No haber podido desatarse y sentir el sabor de la libertad, el sabor de ver ante los ojos días infinitos sin importar nada sin pensar que se agota, esa sensación jactanciosa de satisfacción que otorga estar en el lugar que se debe estar y estar con aquellos que real y libremente se quieren, cuando se siente el vigor de la vida que lucha por crecer.
La realidad es que nos han quitado el futuro, debajo de tantas mentiras-porque vender era mentir-. Hacer planes al final no sirve de nada, ni preocuparse falsamente de personas que nada importan: prepararse constantemente para ninguna finalidad, solo para envejecer sin haber visto lo que va quedando en el camino de esa preparación o de esa continua visión de un futuro de pies atados.
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